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Desde épocas muy tempranas, a finales del IV milenio a.C., determinados grupos asentados en el Valle del Nilo, entre la Primera catarata y el mar Mediterráneo, mantuvieron contactos comerciales con poblaciones de Palestina y Nubia. Poco después de que el territorio egipcio se unificara bajo un monarca y comenzara a emplearse la escritura, 'ca.' 3000 a.C., comienzan a grabarse inscripciones que conmemoran incursiones egipcias en territorio extranjero para aprovisionarse de materias primas. Las expediciones al extranjero adquieren cierta periodicidad en torno al año 2000 a. C., y la presencia egipcia comienza a adoptar casi un carácter permanente en áreas como Serabit el-Khadim, en la península del Sinaí, o Biblos, en la costa del Líbano. Por otro lado, la inmigración de gentes del norte y del sur hacia Egipto aumentó entonces considerablemente. Poco después del año 1550 a.C. la tropa del faraón Ahmose, primer rey de la dinastía XVIII (que inaugura la época denominada Reino Nuevo) remonta el Nilo hasta sobrepasar la Tercera catarata. Por el norte alcanzará el Èufrates en Siria. Se habían asentado las bases del Imperio egipcio, que luego fortalecería Tutmosis II con sus campañas casi anuales por Palestina y Siria y que mantendrían los demás monarcas de la dinastía. De un extremo a otro el dominio egipcio llegó a cubrir una extensión de 2500 km, a pesar de las grandes diferencias en el control que ejerció la administración de la corona egipcia sobre los territorios del sur y del norte. Los textos traducidos en el presente volumen expresan la percepción del imperialismo egipcio desde el punto de vista de sus propios actores.