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Platón, descendiente de aquel sabio griego que reveló el mito de la Atlántida (Solón), no hizo más que combinar este relato, repleto de claves esotéricas y mistéricas, con una ?sopa mítica? en la que caben diversos ingredientes. El sabio de la Academia de Atenas habría adquirido de su antepasado parte de un legado compartido por múltiples culturas: no sólo la griega y egipcia, que conoció personalmente, sino también la hindú, que posiblemente le influyó (el triple recinto atlante, con los colores rojo, blanco y negro, podría tener origen indio). Esta tradición estaría ligada a un ?comité de sabios? que, desde la Antigüedad clásica (e incluso antes), preservó la ?memoria ancestral?. La plasmó en el cielo, conformando el mapa celeste y el Zodíaco que se yergue sobre nuestras cabezas. La congeló en el lenguaje, así como en los símbolos, en los mitos, en el folklore y en la religión. E incluso en el nombre de los dioses, de los patriarcas, o de los continentes (es la herencia inmaterial). Y encriptó en algunos grandes monumentos las claves de su antigua sabiduría (es la herencia material). Aquel que asegure que no se conserva nada de aquel tiempo en que los ?dioses merodeaban por la Tierra? se equivoca. La Gran Pirámide o la Esfinge son el testimonio mudo de un pasado glorioso. Esta última, el Horus en el Horizonte de los egipcios, es un puntero que marca las horas del Gran Año (el Año Precesional). Los Antiguos no sólo inmortalizaron en el cielo el gran drama cósmico que rememora el fin de una gran civilización, sino que se sirvieron de la Esfinge o del Zodíaco de Denderapara revelar la fecha en que habría tenido lugar tal evento. Este antiguo reino (o imperio, pues tendría diversas sedes), extraordinariamente avanzado para su época, recibe distintos nombres. Uno de ellos es Atlantis (Atalaentre los hindúes, Aztlan entre los amerindios); otro es Temán, derivado de una palabra malaya que significa, literalmente, ?jardín?. Y también es conocido como Tula, término extendido por todo el mundo. Entre los hebreos era conocido como Edén (el Jardín del Edén). Algo sucedió, hace algo más de 11.500 años, para que esta floreciente civilización se extinguiera. Sus supervivientes, los ?Noés?, considerados como ?dioses?, difundieron por el mundo unas mismas bases culturales, que cada pueblo elaboró a su manera (con sus propios ritmos). El mito, el símbolo, o el folklore, con intrigantes similitudes, constituyen la prueba palpable de que, más allá del genio creador de cada sociedad, existe un ?substrato de ideas? común a toda la Humanidad. Ecos de la Atlántida no es un libro más sobre la Atlántida. Esta obra no pretende poner la Historia ?patas arriba?, sino meramente anhela encontrar sentido a las ?anomalías históricas? que hoy día menoscaban la solidez, y la credibilidad, del relato ?ortodoxo? de la Antigüedad.