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Para don Juan la seducción es un acto de crueldad. Don Juan es, por encima de todo, un antihéroe que ataca todas las leyes, las humanas y las divinas, que rompe con todas las normas de conducta. Un «antisistema» avant la lettre. Pero no olvidemos que, aunque desprecie las jerarquías, el burlador ejerce su «contestación» desde una elevada posición social. El resto de personajes, ya sean nobles, ciudadanos o campesinos, a menudo manifiestan también una altura moral bastante dudosa. Nadie está libre de contradicciones éticas.Es cierto que hoy somos bastante menos crédulos que los espectadores a los que iba dirigida la obra en la fecha de su estreno, y nos cuesta quedarnos satisfechos con la promesa de que los malos serán sometidos a la justicia divina y a una merecida condenación eterna. Tendríamos más que suficiente con que los condenara la justicia humana. Pero, como no siempre es así, nos queda el consuelo de la justicia poética. Nos queda Tirso y la historia de su Burlador: un hombre que quiso ser Dios y acabó en el infierno.