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La sociología cultural desarrollada por Jeffrey Alexander pretende superar las limitaciones de las teorías de la sociedad y de la acción desarrolladas desde las perspectivas clásicas de la sociología, en las que el papel de la cultura, la ideología, lo simbólico y el significado aparecen como meros reflejos de la estructura o base material de la vida social. Lo que en una primera fase se llevó a cabo mediante un «programa fuerte» de inspiración durkheimiana, más adelante experimentó un giro performativo que se nutrió de disciplinas tan dispares como la filosofía del lenguaje, la antropología cultural o los estudios escénicos. Este enfoque multidisciplinar permite desentrañar analítica y empíricamente aspectos del papel de la cultura en la vida social ignorados hasta entonces. En Poder y performance, Alexander reúne un conjunto de trabajos fundamentales para entender este nuevo enfoque de su sociología cultural. En los primeros plantea los fundamentos de su teoría de la pragmática cultural, definiendo los elementos de la performance social y analizando cómo las dificultades para mantenerlos unidos afectan a la producción de sentido, así como el papel que desempeña en ello el poder. En un intento deliberado de situarse en el plano mertoniano de las teorías de rango medio, el resto del libro ofrece diferentes aplicaciones empíricas de esta perspectiva, como son la campaña electoral de Barack Obama y su fracaso simbólico como presidente, el triunfo del movimiento por los derechos civiles, la violencia terrorista del 11 de Septiembre, el fiasco estadounidense en la guerra iraquí o el papel de los intelectuales públicos.