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Los dos volúmenes que componen La obsolescencia del hombre constituyen, según palabras de su autor, "una antropología filosófica en la época de la tecnocracia", entendida ésta como "el hecho de que el mundo, en que hoy vivimos y que se encuentra por encima de nosotros, es un mundo técnico, hasta el punto de que ya no nos está permitido decir que, en nuestra situación histórica, se da entre otras cosas también la técnica, sino que más bien tenemos que decir que, ahora, la historia se juega en la situación del mundo denominada ætécnica' y, por tanto, la técnica se ha convertido en la actualidad en el sujeto de la historia, con la que nosotros sólo somos aún æco-históricos'. El libro trata, pues, de las transformaciones que tanto los hombres en cuanto individuos como también la humanidad en conjunto han sufrido y siguen sufriendo por este Facttum. Estas transformaciones afectan a todas nuestras actividades y pasividades, al trabajo como al tiempo libre, a nuestras relaciones intersubjetivas e incluso a nuestras categorías. Hoy, quien todavía proclame la ætransformabilidad del hombre' es una figura del ayer, pues nosotros estamos transformados. Y esta transformación del hombre es tan fundamental que quien hoy aún hable de su æesencia' es una figura de anteayer". Este primer volumen, escrito en 1956, no sólo no está anticuado sino que es más actual que entonces, lo que dice más bien poco a favor de la calidad de la situación del mundo y del hombre en él analizados, hasta el punto de que frente a esta primera entrega no nos encontramos ante un pronóstico hecho desde el pasado, sino ante un diagnóstico del presente.