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Jonas Mekas nunca supo dónde empezaba su vida y dónde terminaba. Salió de un pueblo de Lituania con veintiún años y se exilió en Nueva York tras pasar un lustro en campos de trabajo y de refugiados. Fue poeta, crítico de cine, archivista, distribuidor de películas underground y filmador. En el nuevo cine americano encontró el hogar que había perdido huyendo de una Europa rota y manchada de sangre y de la persecución de nazis y soviéticos. Sus películas-diario son poemas donde nada sucede más que la propia vida, el presente mismo registrado en imágenes más reales que los propios recuerdos. Mireya Hernández dialoga con él en este relato inacabado en que varias voces tratan de asir a un hombre que buscó la belleza en los márgenes. Por estas páginas pasan personajes de la cultura y contracultura del último siglo, pero también los burros de -vila, santa Teresa, Petrarca, un puñado de gatosà y muchos desconocidos. El azar ha querido que sean estos y no otros episodios los que cuenten la historia del artista lituano.