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Obesidad, hipertensión, diabetes, ansiedad, depresión, dolores crónicos, problemas de espalda y un largo etcétera son sólo algunos ejemplos de las patologías crónicas que forman parte de la vida cotidiana de demasiadas personas, robándoles años de vida, pero sobre todo de buena vida.¿Y cuál es la respuesta de la medicina convencional ante esta epidemia de enfermedades? Tratar los síntomas y no la causas, con lo que nos mantiene vivos? y enfermos.áCuando buscamos culpables ante esta situación es tentador pensar en nuestra genética. Que nuestros genes determinen nuestro destino, nos exime de responsabilidad ante lo que nos ocurre.áSin embargo, hoy sabemos que el conflicto entre nuestro estilo de vida y lo que esperan nuestros genes es lo que nos enferma. Éstos se forjaron en la adversidad, generando respuestas protectoras frente a desafíos ambientales como por ejemplo el frio, el calor o ayunos involuntarios por falta de alimento.Dichas respuestas son las que convirtieron a nuestros ancestros en personas de salud privilegiada. Sin embargo, en la actualidad pasamos jornadas maratonianas sentados, continuamente estresados, inundados de comida que nos engorda pero no nos alimenta y todo bajo la promesa de una felicidad que nunca llega.La solución no pasa por una «pastilla milagrosa», sino por incorporar en nuestro día a día los estímulos para los que nuestros genes están preparados para responder, ya que éste ha sido el modo de vida que hemos seguido durante cientos de miles de años.Es lo que se llama hormesis y se basa en la vieja sabiduría popular de «lo que no te mata, te hace más fuerte».á Si a todo esto le sumamos el reconectar con la naturaleza, una dieta basada en comida real o las técnicas de respiración milenarias?llevarás tu salud y bienestar a un nivel superior.