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En los tiempos que corren, cuando las religiones se ven cuestionadas desde diversos puntos de vista y por serios motivos (baste pensar en la conflictiva relación entre religión y violencia), la espiritualidad cobra fuerza. Cada día aumenta el número de personas que experimentan más y más, no ya la simple curiosidad por el esoterismo o cosas parecidas, sino la necesidad de vivir una espiritualidad coherente con las nuevas situaciones debidas al rápido y profundo cambio cultural del momento presente. El problema que muchos se plantean, cuando se habla de este asunto, está en que, en no pocos ambientes, la espiritualidad se relaciona con lo que aleja de la vida y del mundo, de la sociedad y de los asuntos serios que viven tantas personas. Se trata, en ese caso, de la espiritualidad que «entontece». En otros casos, lo que se piensa es que la espiritualidad es lo más opuesto a lo humano, lo corporal, lo laico, etc. O, lo que es peor, hay quienes sospechan que hablar de espiritualidad es hablar del sustituto liviano de la sólida fe religiosa de otros tiempos. Este libro sale al paso de tales malentendidos. Y presenta el significado y la forma de vivir de una espiritualidad recia que, al mismo tiempo, no renuncia ni a nuestra condición de ciudadanos del mundo ni a la apremiante necesidad de ser felices que todos experimentamos, sin olvidar en absoluto la utopía que puede motivarnos para hacer realidad el ideal de los que piensan que «otro mundo es posible».