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Abad cisterciense y reformador monástico, Joaquín de Fiore es el apocalíptico que más ha influido en las tendencias y movimientos proféticos y milenaristas del Occidente medieval y moderno. Su visión de la historia se teje mediante las imágenes y los cálculos de una rigurosa teología simbólica. Figuras como el alfa y el omega, el triángulo y los círculos trinitarios, los árboles de las generaciones o el pavimento de mármol ilustran los misterios divinos y los hechos finales que anuncia como inminentes: la conversión de los judíos, que la Iglesia debe preparar con el diálogo y la misión pacífica; la manifestación del Anticristo en Roma, y el posterior advenimiento de una época de perfección y gracia mayores sobre la tierra, el tercer estado del Espíritu santo. En esta primera biografía completa, las posiciones teológico-políticas de Joaquín de Fiore son reconstruidas sobre el trasfondo del prolongado conflicto que opuso al Papado y al Imperio, en la época de Federico Barbarroja y Enrique VI, de Constanza de Altavilla e Inocencio III. Un periodo dramático para la Iglesia romana que, en la fase convulsa de la caída de Jerusalén (1187) y del ocaso del reino normando de Sicilia, se presenta con signos inciertos y en la que el Papado tiene que hacer frente al islam y a las herejías cátara y valdense.