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Al inicio del tercer milenio, nos ha tocado vivir en una sociedad de permanente crisis social, cultura y educativa, en la cual lo efímero y transitorio, adquieren un valor superior a lo estable y duradero de hace sólo unas décadas. Por eso, Modernidad y Postmodernidad no se entienden. El pluralismo, la carencia de ideologías sólidas, la debilidad de las creencias, la inseguridad y el relativismo moral, junto a la rapidez de las investigaciones científicas y tecnológicas, son algunas de las razones que explican, y justifican, la permanente crisis (cambio), o mejor, la crisis de la crisis. Esta afecta lo mismo a lo material que a lo espiritual y cultural. Su fuerza está presente en la familia, en el colegio, en la política, en la economía, en la calle, etc., ocasionando, muy frecuentemente, enfrentamientos e incomprensiones entre padres e hijos, profesores y alumnos, dirigentes políticos y sindicales, jóvenes y mayores... Los jóvenes de hoy, con su mentalidad y modo de vivir, expresado en sus enfrentamientos y/o pasotismo, indumentaria, canciones, moda, diversiones, actitud ante la moral, la religión, la política, la familia o la educación, etc., son quienes mejor encarnan esta crisis o cambio que todos percibimos. La intención del autor es contribuir al diálogo educativo entre Modernidad-Postmodernidad, que es lo mismo que colaborar a un mejor entendimiento, comprensión y tolerancia entre los distintos grupos sociales y generacionales.