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Denis Diderot fue la encarnación de la Ilustración y de lo que significó como proyecto de liberación humana. Encarcelado por ateo y libertino apenas cumplidos los treinta años, optó por no publicar en vida gran parte de su obra (y no atribuirse la autoría de otros tantos libros influyentes) mientras supervisaba y redactaba miles de entradas de la Encyclopédie. En los artículos que escribió para el inmenso diccionario, así como en sus obras póstumas, Diderot cuestionó todas las verdades aceptadas de su época: defendió el ateísmo y un materialismo radical, y arremetió contra la legitimidad de la monarquía, la desigualdad social, la trata de esclavos, las supersticiones, la represión de la sexualidad... Defensor de la libertad de pensamiento, su genio y capacidad para romper con el dogma y la convención lo llevaron a renunciar al diálogo con sus contemporáneos a cambio de lo que, estaba convencido, sería un debate más fructífero con las generaciones futuras, capaces de someter a juicio textos que no sólo cuestionan las ideas filosóficas, políticas, estéticas y morales del siglo XVIII, sino también las nuestras.