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Desde el exilio del silencio en el que vivió recluido sus últimos años, y desde la inmensa modestia de unos textos, bien publicados en pequeños volúmenes nunca traducidos al castellano, o bien inéditos, Matti Megged se asomó al arte moderno con un punto de vista diferente al habitual. Ni su formación, ni su experiencia vital, ni su sensibilidad eran las típicas de un historiador del arte. Al contrario, las tres fueron de una dramática intensidad rara en el apacible mundo de la academia. Y quizá porque él mismo fue también un artista -su capacidad creadora le llevó a escribir delicados poemas, hoy casi desconocidos, y también a adentrarse en otros terrenos literarios como el teatro-, o quizá porque su inquisitiva actitud ante la vida y el arte le llevó a cuestionarse muchas de las ideas o creencias sobre las que ha descansado el relato ortodoxo en campos tan variados como la política, la historia -especialmente en cuanto se refiere al pueblo judío-, y el arte y la estética, Megged se replanteó desde su soledad cuestiones clave del arte moderno. No lo hizo desde un análisis formal de obras concretas. No era ese su objetivo. Se trataba más bien de recorrer un camino que tenía mucho de búsqueda personal: de descubrir en determinados artistas lo que consideraba la urgencia de la creación en el mundo moderno. Ese es realmente el tema de tres textos contenidos en este libro: "Diálogo en el vacío: Beckett y Giacometti"; "La montaña y el castillo (Cézanne y Kafka)" y "Vedere e Pensareö.