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Un hito fundamental en la obra de Kafka. Se trató de su primer libro publicado. Apareció a fines de 1912. Su publicación se debió sobre todo a los esfuerzos de Max Brod (íntimo amigo de Kafka, quien además publicara gran parte de la obra del escritor de forma póstuma, desobedeciendo la última petición de Kafka, quien ordenó que todos sus papeles y cuadernos fueran quemados). Brod debió persuadir tanto al editor como al propio Kafka, quien sin embargo, cuando finalmente accedió a que se publicara esta selección de sus cuentos, se esmeró en que el volumen quedara impecable. Las breves miniaturas narrativas que componen el libro fueron cuidadosamente organizadas por su autor, quien incluso se preocupó del orden de las mismas dentro del volumen. Se trata de un libro hecho de miniaturas, como las definiera el prologuista y traductor Oscar Caeiro. Como tales deben ser leídas. Los temas que las componen son cotidianos y comunes, relatan escenas de la vida en la ciudad, algunas desde el punto de vista de un melancólico observador (por ejemplo, «Niños en la carretera», que abre Contemplación), otras describen acciones («El paseo repentino»), algunas relatan en primera persona la vida de un personaje urbano («El comerciante») y finalmente hay algunas piezas que pueden caracterizarse como íntimas reflexiones poéticas («Los árboles»). El libro se cierra con la pieza más extensa, «Ser desdichado», que ya alcanza la extensión de un cuento. La poesía invade el volumen. Kafka transmite con sus palabras imágenes cercanas a la pintura o a la fotografía, y logra llegar al lector a pesar de la distancia temporal que de él nos separa, y de que su paisaje urbano ya no sea, ni remotamente, el nuestro. La poesía se hace prosa en Kafka, y la palabra se hace imagen, fantasma, pensamiento y suspiro. Bellísimo y atípico libro del escritor checo.