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Aunque Sylvie fuera escrita un poco antes que Las hijas del fuego y Aurélia, podemos considerar que, por su extensión y puntos de confluencia, todas se concibieron con carácter unitario y cada una de ellas con un nombre distinto de mujer; de ahí que las hayamos reunido en este volumen. Para Béatrice Didier, tal vez Aurélia, la última gran obra del autor, fuera al principio ideada como una más de Las hijas del fuego, pero si bien, a diferencia de las otras, aquélla revive su estado de locura, que desemboca en la redención a través de la expresión literaria, especie de vínculo entre el Cielo y el Infierno, no deja por ello de convertirse en paradigma de todas las mujeres amadas, y en ella confluyen, según la Didier, los tres tópicos nervalianos: el viaje, el libro y la escritura, comunes a todas ellas y donde se juega el drama de lo uno y lo múltiple. Nerval escribió estas obras en el transcurso de su locura, cuando ya todo el mundo le creía perdido como creador. Sin embargo, Proust lo considerará, por ellas y por Las Quimeras, el genio más grande del siglo XIX francés.