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El spanglish es un tema que no deja indiferente a nadie. Muchos latinos de EE. UU. lo consideran como su verdadero signo de identidad y lo practican profusamente en situaciones que van desde la obligación del primer contacto con el inglés de los inmigrantes recién llegados al país hasta la devoción de los hispanounidenses cultos de segunda y tercera generación, que son bilingües perfectos y lo conciben como un juego lingüístico lúdico y creativo. La valoración del spanglish es tributaria de las muestras de las que se parte: si de las primeras, cercanas a un pidgin, será inevitablemente negativa; si de las segundas, notablemente positiva; en medio queda amplio lugar para las polémicas que alimentan una bibliografía creciente. El autor, catedrático de Lingüística General de la Universidad de Valencia (España), no desea terciar en estas polémicas. Como teórico, piensa que, antes que nada, es necesario situar el spanglish en el marco de variación dialectal de la lengua española, puesto que sus practicantes (que no hablantes, porque todos son bilingües inglésespañol) lo sienten como español, lo practican desde su conciencia hispanohablante y, en definitiva, son tan dignos hispanohablantes como todos los demás. Sin embargo se trata de un dialecto muy especial, más psicológico que propiamente espacial, social o discursivo. De ahí que en este libro se ensayen los métodos formales más modernos de que dispone la lingüística para hacer justicia al spanglish y a la vez al español culto, que es su referencia normativa inexcusable.