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Brantley

¿Cuánto tiempo se suponía que debías esperar después de que el matrimonio de la mujer que amabas se viniera abajo antes de invitarla a salir? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿Más?

Su divorcio ya era definitivo, y no iba a perder mi segunda oportunidad con Valentina. Ayudarla en su llamada «búsqueda del placer» era un plus. Oh, las cosas que quería mostrarle. Pero no se trataba solo de un tipo de placer. Quería ayudarla a encontrar todas las cosas que le aportaran alegría.

Como amigo, por supuesto. Porque eso es lo que éramos. Mejores amigos. Pero si nunca le decía que quería algo más, me arrepentiría para siempre. Era un riesgo. Podría acabar con nuestra amistad. Pero quien no arriesga, no gana. Estar con ella sería la mayor recompensa posible, así que tenía que arriesgarme. Valentina merecía la pena.

Valentina

¿Una búsqueda del placer? ¿Por qué demonios no? No tenía nada que perder. Mi dignidad y privacidad quedaron destrozadas el día que la novia de mi exmarido se presentó en mi casa. Echarle fue la mejor decisión que había tomado nunca. Y se sintió bien.

Quizá sí conocía algo que me proporcionaba placer. Pero quería más. Preferiblemente sin el dolor de corazón antes del placer.

Brantley se ofreció como mi compañero en el experimento. Animándome a probar cosas nuevas. Era la persona perfecta para explorar. Paciente y amable y... ¿sexy? ¿Se me permitía pensar así sobre mi mejor amigo?

Siempre habíamos sido amigos. Pero el placer tiende a desdibujar las líneas. Conocer a Brantley era divertido. Esclarecedor. Embriagador. Pero cuanto más tiempo pasábamos juntos, más me preguntaba si lo mejor de mi vida había estado justo delante de mí todo este tiempo.