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Entre los siglos XV y XVII, periodo de la historia de España entendido por el pensador económico Sancho de Moncada en 1619 como "República de Reinos muy diferentes en cualidades", un hecho que desarticula a su sociedad y que la tiene en un permanente debate es la limpieza de sangre. Todos eran cristianos y españoles, sin embargo, el origen de la sangre denotaba de forma pública que no todos eran españoles y cristianos idénticos. La sangre limpia, que pasará a considerarse sangre española, se convierte en un valor esencial, dominante y reputado. Para quien no formaba parte de esa «nobleza menor», es decir, los españoles sin una sangre exclusivamente limpia, exclusivamente española, especialmente para aquellos que deseaban alcanzar un lugar destacado dentro del orden social, las consecuencias fueron algo similar a lo que recientemente el sociólogo Zygmunt Bauman ha denominado «estrategia émica» (la separación del otro excluyéndolo), la pérdida de su prestigio u honor social y un contumaz proceso de intolerancia. A la postre, los manchados fueron españoles, dentro de una sociedad dividida, que no les reconoció los mismos honores por el detestado origen de su sangre.