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Rusia en 1931 fue publicada en Madrid ese mismo año, y constituyó un auténtico éxito editorial. Vallejo se nos presenta como un viajero perceptivo y desinteresado, ansioso de comprender la realidad de la vida diaria en la sociedad soviética. «Yo no pertenezco a ningún partido. No soy conservador ni liberal. Ni burgués ni bolchevique. Ni nacionalista ni socialista. Ni reaccionario ni revolucionario. Al menos no he hecho de mis actitudes ningún sistema permanente y definitivo de conducta. Sin embargo, tengo mi pasión, mi entusiasmo y sinceridad vitales. Tengo una forma afirmativa de pensamiento y de opinión, una función de juicio positiva. Se me antoja que, a través de lo que en mi caso podría conceptuarse como anarquía intelectual, caos ideológico, con tradición de incoherencia de aptitudes, hay una orgánica y subterránea unidad vital.» Un viajero en la Rusia comunista En los tiempos que corren, cuando el interés en las utopías y el cansancio del capitalismo nos hacen buscar otras opciones políticas, este libro es un excelente punto de partida para pensar cuáles alternativas serían solventes a nuestra crisis de valores. En dieciséis capítulos se estudian temas tan diversos como la economía cooperativa y el amor libre en la verdadera sociedad comunista. Aquí hay un intento de postular una verdad que se opone a la visión del mundo occidental. Ciertos pasajes de Rusia en 1931 pueden ser considerados ingenuos. Sin embargo, los índices de igualdad o las medidas sociales descritas por Vallejo son ejemplos modélicos de aquello que las sociedades democráticas esperan de sí mismas. Quizás no para tomar al Comunismo como un referente, si no como punto de contraste con el sistema que hoy prevalece.