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Colombine, Carmen de Burgos, vivió la vida que eligió sin miedo, una valentía que hoy nos parece heroica y hasta pantagruélica. Si la vida te acobarda con sus desgracias y sus dolores, los dramas de la muerte, las fracturas, el desamor, la vida de una mujer contracorriente lleva arañazos de serie... nada es fácil para quien decide remontar la torrentera de la diferencia.
Quiero vivir mi vida podría ser uno de los eslóganes de estos últimos 8 de marzo, del movimiento Mee Too, aunque precisamente su protagonista, Isabel, nos parezca insoportablemente machista (la calificaríamos hoy), experta en esas armas de mujer con que la sociedad patriarcal dotaba a quien debía usar los subterfugios para hacer cumplir su voluntad. La inestable anatomía de los sentimientos es el alfa y omega de esta historia en la que cabe un cierto aire de vodevil y enredo pero en la que prevalece sobre todo la contundente honestidad de su autora a la hora de retratar una historia de amor y de traiciones.
Quiero vivir mi vida es una novela sorprendente, sin duda, por la novedad de dotar de voz propia a sus protagonistas femeninas pero, sobre todo, por la finura en el andamio psicológico de sus personajes, magistralmente presentados como una obra coral que sin embargo dota a cada uno de ellos de perfiles tan personales como poco estereotipados. Todo ello con fórmulas hoy habituales en la literatura actual pero radicalmente novedosas en un tiempo donde era casi imposible escapar de los maniqueísmos y esperar de los lectores que se identificaran con el bueno, la buena, con su felicidad y su infelicidad.