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Un viaje a las emociones más ocultas y, quizá, también a la tierra de los muertos.«Su prosa se asoma a lugares que están ahí, pero no podemos ver. Es desasosiego, pero también es maravilla, aunque una maravilla oscurísima.» Laura Fernández, El País«Una escritora maravillosa, brillante, salvaje. La admiro profundamente.» Susan Sontag«Profundamente turbadora, obstinada en sus temas, con personajes que alternan un cruel nihilismo y un falso candor infantil, un instinto de huida de la vida normal y de las reglas asfixiantes de lo cotidiano, así es Fleur Jaeggy, cuyo nombre es comparable a los de la brasileña Clarice Lispector y la alemana Ingeborg Bachmann, las autoras posiblemente con una obra más potente y original de la segunda mitad del pasado siglo.» Mercedes Monmany, Abc Cultural«Deliciosamente maligna y a todas luces distinta.» Enrique Vila-Matas«Es de esas escritoras que cuentan las cosas que un lector se calla a sí mismo.» Matías Serra Bradford, Revista Ñ (Clarín)A bordo del Proleterka, un barco de nombre eslavo y con una estrella roja en la chimenea manchada de óxido, un grupo de respetables turistas de habla alemana emprende un crucero hasta Grecia. Entre los pasajeros, un hombre, que cojea levemente, y su hija, que todavía no ha cumplido los dieciséis años. Padre e hija son dos completos extraños. Durante el viaje, la hija querrá saber más de esa persona de la que lo ignora todo, pero además ansía descubrir algo que también desconoce: la vida en sí misma, y el Proleterka es el lugar destinado para su iniciación. Pasados los años, aquel crucero se convertirá en un viaje a la tierra de los muertos, entre aquellos seres que «tardan en salir al encuentro de uno» y «llaman cuando notan que nos hemos convertido en presas y es hora de ir a la caza».