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Edward Estlin Cummings es quizás, junto a Pound, uno de los poetas norteamericanos de nuestro siglo que ha suscitado más polémicas. Sufrió las agresiones de una crítica que no acertaba a comprender su fuerza innovadora; pero gozó también -y sigue gozando- de una popularidad tanto más paradójica, cuanto que su obra arranca de un total antipopularismo. Nació en Cambridge (Massachusetts), en 1894, y murió en Madison (New Hampshire), en 1962. La poesía de Cummings constituye un esfuerzo denodado por hallar la expresión íntima, demostrando al lector la difícil transferibilidad de la experiencia poética. Hubo quien le reprochó la falta de eso que ha venido a llamarse compromiso, así como la inamovilidad de su estilo. El primer reproche no es totalmente justo (aunque haya que reconocer que con nada estuvo comprometido en mayor grado que con la expresión). En cuanto a la fidelidad a sus propias fórmulas, ni puede olvidarse que inició su labor con una dosis de personalidad que otros, los más, sólo alcanzan a fuerza de ejercicio y de tiempo El traductor, Alfonso Canales (Premio de la crítica por su libro Réquiem andaluz, publicado en esta misma colección), ha intentado dar una equivalencia en lengua castellana de los poemas de Cummings que se consideran más significativos, respetando en lo posible, no solo el sentido, sino también su esquema plástico.