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Para un matemático hablar de la igualdad no deja de ser parte del propio oficio, y por eso no he podido resistirme a comenzar este prólogo con una frase lapidaria de Pitágoras de Samos, reconocido filósofo de la antigua Grecia, que ha pasado a la historia como el primer matemático puro, recordado por un famoso teor ema que lleva su nombre, sobre cuya vida y enseñanzas merece la pena profundizar, más allá del carácter de leyenda que algunas de sus doctrinas han adquirido con el paso del tiempo Pero para el matemático de vocación que escribe estas líneas, la igualdad es ante todo la convicción de un principio irrenunciable, el de la convivencia entre personas, hombres y mujeres, que tienen el mismo valor. Desde ese sentido profundo, la frase que Pitágoras dejó grabada para la Historia (de la humanidad y de las matemáticas) no está obsoleta y desfasada, sino que tiene un significado trascendente y de plena actualidad en este siglo XXI en el que, por desgracia, no hemos conseguido alcanzar la igualdad plena, real y efectiva entre mujeres y hombres. Qué triste y qué cruel, contemplar cómo siguen perviviendo los estereotipos, el machismo, la discriminación, la brecha salarial y el techo de cristal, que sitúan a la mujer en una posición inferior y subordinada al hombre, todo ello a pesar del enorme avance que hemos efectuado en nuestra Legislación. Qué sociedad tan horrible es ésta, donde la violencia de género sigue sumando crímenes.