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¿Puede rezar un ateo? Este libro dice que sí: «También los que no creen en Dios tienen derecho a engolosinarse de vez en vez con una plegaria que les rebrinque del corazón, acaso como beso, o a echar las muelas a causa de una agria dentera perniciosa. Rezar no es privilegio exclusivo de creyentes. El contenido de estas páginas nació inicialmente del corazón de amigos no creyentes. Ellos han sido mis colaboradores a partir de sus confidencias.... Ellos me brindaron su grito, la duda, la negación o la búsqueda. Yo aderecé sus vivencias y me atreví a endomingarlas un poco en ocasiones».Pero también el creyente puede sacar fruto de esta oración: «¿Puede servir de algo a los creyentes orar de cuando en vez con plegarias laicas? Pienso que sí. A mí me resulta excitante, por aleccionador, ver cómo un ateo vuelca su espíritu en la contemplación de los acontecimientos que la vida diaria le depara, alegres o tristes, plausibles o reprobables. La plegaria le lleva al compromiso, porque no tiene a nadie más a quien acudir para suplicar o exigir justicia, alguien a quien echar el fardo, sea quien fuere». En estas páginas, el corazón humano, con un lenguaje lleno de fuerza y poesía, da rienda suelta a sus sentimientos y deseos más profundos.