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La inspiración, esa amante fugaz y esquiva, esa eterna invitada a la que aguarda el creador cada mañana aun sabiendo que sólo llama a algunas puertas, nunca había sido objeto de estudio en el campo de la música pese al hecho obvio de que en uno u otro momento (aunque no con igual pasión ni constancia) ha ofrecido sus encantos a todos los grandes compositores sin importarle la época, el carácter, el origen o el estilo del agraciado. Jonathan Harvey, uno de los músicos británicos más importantes, indaga en los escritos de numerosos compositores con el propósito de hallar, comprender y describir los móviles agazapados detrás de sus obras. Mediante una vasta y variadísima selección de materiales, Música e inspiración interroga a esos creadores para desvelar aquello que tienen en común por debajo de sus a veces abismales diferencias, para mostrar que la misma musa ha permanecido activa e inalterable a través del tiempo y en culturas musicales radicalmente dispares. La inspiración, el antiguo inspirare atribuido a la divinidad, es ese "soplo" o "alineo" que llega a todo artista, a todo compositor capaz de percibir, más allá de símismo, la dimensión propia de lo increado y que, de pronto, busca existir, tener presencia para situar el mundo oculto en el plano de lo real. Toda música verdaderamente inspirada procede de un pasado muy remoto que al llegar al oído nos entrega a nuestro más lúcido presente.