Imagínense ustedes un nino tendido en una cama, rodeado de la atención de familiares, visitantes y sirvientas. El niño tiene una mancha en el pulmón y necesita cuidados. Entre las atenciones y regalos que recibe, - sin más mérito que su acatamiento a los médicos y a las medicinas que le suministran con la escrupulosidad de un rito - entre esos mimos y distracciones, pues, están los cuentos que le cuentan, los que lee en las interminables páginas de El tesoro de la juventud, y finalmente los que él mismo se inventa para pasar el rato...
Manuel Gutiérrez Aragón
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