¿Puede haber algún relato en el mundo tan interesante para nosotros como la historia de nuestro Señor y Salvador, mientras pasó treinta y tres años en la tierra? Hubo gente con él que escuchó sus dichos y observó sus acciones. Cuatro hombres santos, como sabes, escribieron relatos de su vida. Se podría suponer que estas historias no se contradicen entre sí, pues todas son verdaderas. Pero los escritores no sólo escribieron lo que sabían que era cierto, sino que el Espíritu Santo les indicó lo que debían contar. Fueron inspirados por Dios. Cuando leemos sus escritos, leemos las palabras de Dios mismo. ¡Con qué reverencia debemos atender! Como algunos de estos cuatro evangelistas relataron un acontecimiento, y otros relataron otro, es interesante colocar sus relatos juntos, tratando de observar, tan bien como podamos, el orden de tiempo en que ocurrieron los acontecimientos. Tal disposición se llama "Armonía de los Evangelios".
Comenzaremos con las palabras de Juan, porque habla de Jesús antes de que viniera al mundo, incluso cuando estaba con su Padre en el cielo. Veremos que el Hijo de Dios hizo el mundo. No apareció en él como hombre hasta que transcurrieron cuatro mil años; pero mucho antes de que viniera, fue prometido por Dios y descrito por los profetas, como Moisés, David, Isaías y muchos otros, de los cuales Malaquías fue el último.
Por fin apareció, y cumplió todo lo que se había dicho de Él.
Leamos de Él, como de uno que vino al mundo para salvarnos. Todo lo que se refiere a él es de la mayor importancia para nosotros; porque si no creemos en él, y lo amamos por encima de todo, pereceremos para siempre. Por eso, antes de leer, elevemos siempre nuestro corazón a Dios en oración. "¡Oh, Señor, concédenos tu Espíritu Santo, para que nuestras almas se salven por el conocimiento de tu bendito Hijo!"
No siempre nos reuniremos para adorar a Dios como lo hacemos ahora. Llegará un día en que cada uno de nosotros se unirá con los demás en la lectura y la oración por última vez.
Pero si creemos en Jesús, no nos separaremos para siempre. Nos encontraremos de nuevo en el Cielo. Entonces, qué delicioso será recordar el tiempo en que, como una sola familia, nos reuníamos para oír hablar de nuestro amado Señor. Muchas horas que pasamos abajo pueden ser recordadas con pesar; pero no esos preciosos momentos dedicados a escuchar acerca de Él, cuya presencia nos hará felices por toda la eternidad.
Un comentario devocional sobre los Evangelios
Dispuesto para la devoción familiar, para cada día del año.
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