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La «modernidad» como categoría axiológica aparece ligada a la pseudo-Reforma protestante y en estrecha dependencia de la gnosis occidental, esto es, racionalista. Desde el ángulo político, sus consecuencias, desmenuzadas en múltiples ocasiones, nos conducen a las categorías de la secularización, el Estado como forma histórica de lo político, «Europa» en el sentido polémico que le dio el pensamiento tradicional español, el derecho subjetivo como pretensión y la ética capitalista. La antimodernidad, por su parte, no siempre (ni habitualmente) rechaza tal presupuesto o se desenvuelve desembarazada de su aplicación a los campos dichos. Es lo que ocurre con una de sus concreciones, la del conservadurismo. Conservadurismo tocado por lo común de «americanismo» e incluso -aunque no siempre- de «modernismo». Conservadurismo que se reviste a veces de tecnocracia desarrollista como subrogado de un liberalismo no-democrático. O que se presenta a través del escapismo de otro liberalismo de radio colectivo bajo apariencia de «comunidad». De los temas anteriores tratan estas páginas. Miguel Ayuso, catedrático de la Facultad de Derecho (ICADE) de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, ha sido distinguido con doctorados causa en Italia, Perú y Paraguay. Presidente de la Unión Internacional de Juristas Católicos (Roma) entre 2009 y 2019, hoy emérito, sigue siéndolo efectivamente del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II (Madrid) y del Grupo Sectorial en Ciencias Políticas de la Federación Internacional de Universidades Católicas (París). Autor de cuarenta libros y director de otros tantos sobre derecho público e historia y filosofía jurídico-política, dirige Verbo, revista de formación cívica y acción cultural según el derecho natural y cristiano, fundada en 1961 por Eugenio Vegas Latapié y Juan Vallet de Goytisolo.