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¿Cómo hay que entender la moral cuando se suprimen todas las instancias religiosas y tradicionales de su justificación? En cuanto al contenido de esta pregunta, Tugendhat está cerca de Kant, pero la pretensión kantiana de una fundamentación absoluta de la moral resulta insostenible. En su lugar, el autor propone un «tejido de razones y motivos» que tienen, cada uno, su valor específico, aunque todos ellos son restringidos: al amoralista no se le puede refutar. Puesto que no se puede fundamentar de manera absoluta el concepto kantiano del respeto universal e igual de la ley moral, sino sólo hacerlo plausible, estas lecciones exploran también otras concepciones susceptibles de permitir la construcción de una ética para nuestro tiempo. Objeto del análisis son los conceptos de la ética discursiva kantiana, los de Schopenhauer y Hegel, de Alsdair MacIntyre, de Hume y del utilitarismo, entre otros. Retomando las concepciones de Aristóteles y de Erich Fromm, Tugendhat se guía por la pregunta acerca de la relación entre las virtudes propias a la moral y las virtudes propias a la persecución de la felicidad. Volviendo a Adam Smith, amplía el concepto moral kantiano a una moral que no sólo se refiere a actos y omisiones, sino también a actos afectivos intersubjetivos. De este modo muestra que también la moral regulativa de la Edad Moderna necesita ser completada por una moral de las virtudes.