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Desde la narración de la guerra del Peloponeso por Tucídides hasta la disección que hizo Thomas Hobbes de sus consecuencias, la guerra civil fue adquiriendo su caracterización de hecho anárquico, aleatorio y caótico, contrapuesto a la paz social que debe garantizarse con el monopolio estatal del uso de la fuerza. Desde el siglo XVI al XVIII, las guerras intestinas siguieron siendo objeto de esa valoración negativa que asignaba a la guerra civil el rango de calamidad pública por antonomasia. Sin embargo, durante el periodo de 1789 a 1858, el entrelazamiento entre revolución, guerra civil y guerra interestatal permitió una relativización del fenómeno y su rehabilitación como acto de ruptura con el Antiguo Régimen. Durante las décadas finales del siglo XIX y las iniciales del XX, la progresiva regulación de las guerras entre Estados por la vía del derecho internacional relegó a las guerras civiles a la categoría de casos difícilmente regulables en normas de obligado cumplimiento. El marxismo rehabilitó parcialmente el concepto y lo integró por primera vez en un programa coherente de explicación histórica del conflicto socioeconómico. En la guerra fría, los científicos sociales iniciaron el estudio sistemático del fenómeno de la guerra civil, pero durante casi medio siglo su análisis quedó en parte ocultado por la lógica de la política de bloques. El presente ensayo analiza los problemas de definición de este tipo de conflictos; su clasificación en guerras "clásicas" o convencionales" y "nuevas" guerras posmodernas de baja intensidad; las hipótesis sobre su origen, duración y recurrencia; las dinámicas violentas que generan y las posibles vías de resolución a través de la intervención, la negociación o la pacificación.