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Si, por un lado, el interés por las grandes religiones históricas sigue en declive, desde los años setenta se ha observado, por el otro, una proliferación de nuevos movimientos religiosos de la más diversa índole. La supuesta pérdida de la religión propagada por las teorías de la secularización contrasta con este nuevo fenómeno de diseminación de lo religioso. La sociología se ha visto enfrentada a un dilema. O bien se define la religión en función de los contenidos que tradicionalmente la han caracterizado -como la fe en una fuerza sobrenatural- y se pasan por alto manifestaciones de una especie de religiosidad moderna -como los eventos deportivos de masas o bien se aplica a todos los fenómenos que abordan la cuestión del sentido último y del significado del mundo en que vivimos, con lo que la religión se asimila a la categoría nebulosa de "sistema de significación". Danièle Hervieu-Léger propone emprender un nuevo análisis de lo religioso y redefinirlo. Su sagaz estudio saca a la luz una particularidad de la religión: la creencia que la caracteriza está estrechamente vinculada a una "memoria autorizada", es decir, a una tradición. La religión se puede entender como un "hilo de memoria" que une a cada individuo de la comunidad de creyentes con sus predecesores, sus coetáneos y sus sucesores, creando así una memoria colectiva, de cuyo pasado se nutre la comunidad para encarar el presente y el futuro. Según la autora, las sociedades seculares modernas no son más racionales y menos espirituales, sino que no han sido capaces de conservar el hilo de memoria que las une con su pasado religioso. Se ha creado un vacío que sólo la religión puede llenar.