Standaard Boekhandel gebruikt cookies en gelijkaardige technologieën om de website goed te laten werken en je een betere surfervaring te bezorgen.
Hieronder kan je kiezen welke cookies je wilt inschakelen:
Technische en functionele cookies
Deze cookies zijn essentieel om de website goed te laten functioneren, en laten je toe om bijvoorbeeld in te loggen. Je kan deze cookies niet uitschakelen.
Analytische cookies
Deze cookies verzamelen anonieme informatie over het gebruik van onze website. Op die manier kunnen we de website beter afstemmen op de behoeften van de gebruikers.
Marketingcookies
Deze cookies delen je gedrag op onze website met externe partijen, zodat je op externe platformen relevantere advertenties van Standaard Boekhandel te zien krijgt.
Je kan maximaal 250 producten tegelijk aan je winkelmandje toevoegen. Verwijdere enkele producten uit je winkelmandje, of splits je bestelling op in meerdere bestellingen.
En La imperfección del deseo, la ópera prima de Adrián Cadavid, un extranjero anónimo, en medio de la desolación y la rutina más abismal de Nueva York, le escribe cartas, sobre el estado de su alma, a Hungría, una mujer fantasmal que provoca efluvios de sensualidad y a la vez de desencanto.En sus páginas un hombre, voluptuoso y brutalmente sincero consigo mismo, busca la salvación contra el tedio y el desasosiego. Pero solo tiene palabras que gritan a cada instante: "Atado al miedo, temo nuevamente", y exclaman "¡Cómo ha crecido el tiempo sin saber adónde ir!".Tanto el erotismo como el dolor son formas del conocimiento, nos lo recuerda ese anónimo remitente en cada una de estas 48 cartas, que camaleónicamente se esconden detrás del diario íntimo, el poema en prosa, la crónica, el reporte médico y la anotación metafísica.El temperamento de La imperfección del deseo no es para cualquier lector, pues es una obra escrita desde la herida lenta y visceral del desarraigo, la extranjería, el desamor, la sórdida rutina y el malestar psicológico.Adrián Cadavid tuvo que viajar lejos del amor de su hijo para encontrar la poesía en Nueva York; y es justamente ella la que le otorga, ahora, su pasaporte de retorno a las montañas. Este libro cierra un periodo y abre otro en la vida de Cadavid. Ya no habrá jaula de oro, pues lo espera el cariño de Telémaco. Como uno de los primeros lectores de La imperfección del deseo, doy fe y agradezco el libro, de quien me confesaría una tarde en Forest Hill: "Yo solo puedo escribir desde mi dolor".Fredy YezzedNueva York, febrero de 2018