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Historias al aire libre y entre cuatro paredes Será mi vecina. La que me acuse. Esa mujer que siempre está ojo avizor para ver lo que hago, a dónde voy y con quién. No le veo la cara, porque se esconde detrás de la cortinilla de su ventana, pero sé que me espía cuando voy a por agua a la fuente, o cuando mi marido se va por las mañanas a pescar en el lago con los demás hombres, o cuando tiendo la ropa, que he lavado, al sol. Siempre está dentro de su casa pero a veces sale y entonces se junta con otras mujeres y se pone a cuchichear con ellas, y a mirarme, e incluso se atreve a señalarme con el dedo mientras les dice, quién sabe qué les dice de mí, lo que sea, no me importa, porque ella no sabe nada, absolutamente nada. No sabe que Mateo es la luz de mis ojos, no sabe que yo soy la luz de los ojos de Mateo, no sabe que sin esa luz, nuestra vida, la de Mateo y la mía, sería como el enorme desierto que se extiende al otro lado del lago, un espacio árido y tenebroso en el que no crece la hierba, no sabe que Mateo y yo somos un solo ser, inseparable.