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No es tarea fácil dar una definición de la «herejía»que permita englobar los conflictos internos, de naturaleza muy variada, que han recorrido la historia de la Iglesia. Así lo demuestran las múltiples disputas que ha ocasionado la identificación del hereje y los muchos esfuerzos de la jerarquía eclesiástica por excluirlo de la comunidad o, en menor medida, por reintegrarlo en ella. El historiador del cristianismo, que estudia la herejía en su contexto social, político y cultural, descubre que la discriminación entre ortodoxia y herejía ha sido fluctuante y que, en última instancia, son las relaciones de poder las que acaban marcando esos límites. Pero tampoco hay que olvidar que los procesos de herejía, junto con el género de la «heresiología» -al que las especulaciones teóricas y las acciones contra los herejes dieron origen-, fueron esenciales en la construcción de la identidad cristiana y en la formación de una estructura eclesiástica sólida. Los siete ensayos que componen este libro estudian de forma monográfica la figura del hereje en distintos contextos y momentos históricos: desde la disputa en el siglo IV acerca de la figura humana de Dios o la historia del monje Joviniano, pasando por la herejía monofisita, el monje Basilio, condenado en Bizancio, o Pedro Valdo y el despertar laico en el mundo medie-val, hasta llegar a Thomas Müntzer o al hereje judaizante, hasta ahora anónimo, Lorenzo González, quemado por la Inquisición a inicios del siglo XVIII.