Standaard Boekhandel gebruikt cookies en gelijkaardige technologieën om de website goed te laten werken en je een betere surfervaring te bezorgen.
Hieronder kan je kiezen welke cookies je wilt inschakelen:
Technische en functionele cookies
Deze cookies zijn essentieel om de website goed te laten functioneren, en laten je toe om bijvoorbeeld in te loggen. Je kan deze cookies niet uitschakelen.
Analytische cookies
Deze cookies verzamelen anonieme informatie over het gebruik van onze website. Op die manier kunnen we de website beter afstemmen op de behoeften van de gebruikers.
Marketingcookies
Deze cookies delen je gedrag op onze website met externe partijen, zodat je op externe platformen relevantere advertenties van Standaard Boekhandel te zien krijgt.
Je kan maximaal 250 producten tegelijk aan je winkelmandje toevoegen. Verwijdere enkele producten uit je winkelmandje, of splits je bestelling op in meerdere bestellingen.
Emilio Carrere (1881-1947), el autor español más popular de la primera mitad del siglo pasado, fue poeta modernista, autor de un buen puñado de relatos de misterio, horror y aventuras, entre los que sobresale La torre de los siete jorobados, y uno de los más destacados cronistas de la bohemia madrileña de anteguerra. A esta tercera dedicación, quizá la más querida en el fondo por sus admiradores, pertenece El reino de la calderilla. Sociólogo de la «media tostada», antropólogo de campo, café, copa y puro, Carrere vivió desde dentro ese universo descentrado y anárquico, poético y miserable, artístico y casi criminal que fue la bohemia madrileña atrapada entre las dos grandes generaciones literarias de nuestra modernidad (la del 98 y la del 27). Carrere fue un ácido testigo de las glorias y también de las profundas miserias de la noche madrileña de su tiempo. Sus relatos bohemios, llenos de humor, caen a menudo en el cinismo y la ironía al retratar ese reino de pacotilla cuya turbia geografía recorre el Madrid de los Austrias, Chamberí o las orillas del Manzanares, poblados de prostitutas, chulos y estafadores que conviven hermanados con anarquistas, poetas visionarios, teósofos y reformadores sociales, un reino donde el alcoholismo, el «sablismo» y el descarado arte de la «pirueta» constituían el pan nuestro de cada noche.