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Tintín viajará esta vez a la milenaria China. En Shangai descubre el origen de un poderoso veneno que hace enloquecer. Se enfrenta con una terrible banda de traficantes de opio y con unos agentes japoneses que hasta el final del libro mantienen el suspense del lector. Al finalizar Los cigarros del faraón, Hergé había anunciado en Le Petit Vingtième que Tintín iba a proseguir su viaje hacia Extremo Oriente. Entonces recibió una carta del Padre Gosset, capellán de los estudiantes chinos en la Universidad de Lovaina, que le aconsejó documentarse bien sobre China y su cultura y le presentó a Tchang Tchong-Jen, joven chino estudiante de arte en la Academia de Bellas Artes de Lovaina. Enseguida simpatizaron y se hicieron grandes amigos. (Podemos reconocerlo en el personaje Tchang, el chico chino amigo de Tintín). A traves largas conversaciones con Tchang, Hergé pudo adentrarse en el conocimiento de la cultura de China, alejándose de los tópicos sobre los chinos que tenían los europeos, absolutamente alejados de la realidad. La amistad con Tchang duraría toda la vida, tanto en la ficción como en la realidad. Este es el primer álbum que Hergé asumiría plenamente, y a partir de aquí se documentó siempre en profundidad sobre los países a donde tenía que viajar Tintín.