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Desde la Antigüedad, los historiadores fijaron su atención en el gobierno de los emperadores de origen hispano Trajano y Adriano. Aunque el legado de ambos fue positivamente valorado, la historiografía fue más crítica con el segundo que con el primero, ensalzado como Optimus princeps y modelo de gobernantes. A pesar de ello, los estudiosos españoles tuvieron un especial interés en equiparar origen y grandeza en ambos emperadores con el fin de destacar el papel de los hispanos en el Imperio romano, pero no fueron los únicos que valoraron de manera particular esta época de la Historia. El gran historiador Edward Gibbon consideraba que habían sido unos gobernantes prudentes y moderados capaces de propiciar una etapa de felicidad generalizada. La obra El legado de los emperadores hispanos realiza una aproximación al tratamiento que ambos personajes han recibido desde la Antigüedad hasta la época contemporánea, fijándose en aspectos muy diversos relacionados con la historiografía, la arqueología, la política o las artes escénicas, algunos de ellos escasamente trabajados por los especialistas.