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Desde el sanatorio de Vulturó, un puñado de cartas y anotaciones amagan con salir al mundo: Franco Piatkun, recluido, escribe largos y enloquecidos mensajes donde cuenta su vida como «actor de novelas», su niñez en Toledo, la mudanza familiar al extrarradio de la Barcelona de los años ochenta y el reencuentro con los viejos amigos de infancia que viajan a buscarlo en los albores del siglo XXI. Pero en las cartas se ocultan confesiones y deseos esparcidos como fragmentos de una memoria que no distingue lo vivido de lo inventado (si es que de verdad hay diferencia en ello): una reflexión sobre el plagio en la literatura, una banda de monaguillos terroristas, las fronteras entre el delirio y la realidad, la vida de los personajes secundarios de las obras literarias, una familia unida pero rota, la premonición o el anuncio de un crimen y los sueños apocalípticos del final del milenio. Con un humor que ronda la sátira, el absurdo y la parodia, Robert Juan-Cantavella se adentra en los fantasmas de la locura para preguntarse ¿hasta dónde nos arrastra la ficción cuando nos dejamos llevar? Detente bala es, al mismo tiempo, un homenaje a los libros y la lectura, una novela habitada por otras novelas, un libro sobre la imaginación como forma de evadirse del mundo que termina, siempre, llevándonos de regreso, pero transformados, heridos, al lugar de donde partimos.