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De vidrio la manzana es un libro de paisajes, sobre todo interiores. Está claro que el título alude a Manhattan, la gran manzana. Y el título dice que esta manzana, milenario objeto del deseo, es de vidrio.Vidrio y acero son los materiales privilegiados en la última capa del palimpsesto que es la arquitectura de la ciudad. En más de un barrio, Manhattan es un bosque iluminado, donde un edificio se refleja en el vecino, en juegos de espejos que se multiplican sin cesar. Pero el vidrio también puede vetearse, hacerse trizas.El vidrio reúne nuestra devoción por la luz y por alturas más que humanas con nuestro destino de polvo, por más luminoso que éste pueda ser. Polvo y cristal nunca son, o acaso sea mejor decir, nunca se ven como opuestos excluyentes. Son más bien una reunión de diferencias, acentos que en cualquier momento pueden cambiar de rumbo y ritmo. Tan sagrado es el tigre como su presa. En estos poemas prevalece la mirada que se inclina a la inclusión constante de la vida, la muerte, la risa o el amor, la pérdida o la belleza y la fealdad del mundo, no vistos nunca como unívocos ni enteros ni autosuficientes, en esta veteada textura de la existencia.