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Malestar, sufrimiento psíquico, sexualidad de bajo nivel, adicción a las pantallas, relación desproporcionada con el trabajo, pérdida de sentido, soledad... Todas estas manifestaciones apuntan al sufrimiento de nuestra alma. Sin embargo, aunque las psicoterapias y la farmacología sean valiosas, no permiten «curarla». Y por una buena razón: todos estos trastornos tienen su origen en lo más profundo de nosotros, más allá de nuestra biología y nuestra mente. Se refieren a tensiones internas que las más grandes tradiciones espirituales de la humanidad han identificado, explorado y acompañado. Su cuidado no es tanto un tratamiento cuanto una sabiduría de vida.Desde los primeros siglos del cristianismo, los Padres del desierto desarrollaron una verdadera «farmacia del alma», cuya virtud es contribuir a la salud espiritual. Su medicina, considerada «el arte de las artes y la ciencia de las ciencias», está hecha de sobriedad, prácticas meditativas y hospitalidad. Parece urgentemente actual y sorprendentemente relevante.Para aprender a vivir mejor, conviene dejarse guiar por estos terapeutas, auténticos médicos de la interioridad. Entonces podremos cuidar el alma y cultivar la ecología interior