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Es difícil ver lo que no se ha visto, entender lo incomprensible, palparlo fragmentado. Se impone la extrañeza y la sensación de estar«cegados de verdad» por una naturaleza que fluye también rebelde.Los poemas aquí son caballos salvajes que montamos a pelo y loreal se pega a los ojos, que arden, siguiendo un paisaje tembloroso,fugitivo, hundido.«Lo raro ?escribió Mark Fisher? es aquello que no deberíaestar allí. Lo raro trae al dominio de lo familiar algo que, por lo general,está más allá de esos dominios, y que no se puede reconciliarcon ?lo doméstico? (incluso como su negación)». En esa rareza naveganestos versos salitrosos, entre mareas, animales, lluvia, vuelo,bosques y ausencias que no se reconcilian con la habitación propiaen la que se escriben: «Palabras, caracoles lentos / que se deslizanentre / los hilos que cubren el piso».Los hilos, las cuerdas, los cabos, se ven desatados y sueltos en estelibro. A veces gusanos, a veces hilachas, hebras, pelo, pelusa. Cuerdatensa, vibrante, que se mece, laxa, suelta, desenrollada, fl oja, sin nudo,rota. «La cuerda en todas direcciones / sin cabo; tiempo sin cabeza/ No hay cuerda en el sueño a la que agarrarse». (Ángela Bonadies)