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Felipe Trigo (Villanueva de la Serena, Badajoz, 1864-Madrid, 1916) fue un escritor de enorme popularidad en las dos primeras décadas del siglo XX. Médico y militar destinado en Filipinas, donde fue herido. Tras publicar con gran éxito su primera novela, abandonó su profesión para dedicarse a la literatura. Autor de numerosos cuentos y novelas cortas y largas, merecen recordarse ahora aparte de su obra narrativa inicial, Las ingenuas (5901), La sed de amar (1903), Del frío al fuego (1905), La bruta (1908), En la carrera (1909), Las Evas del paraíso (1910) y Los abismos (1913). Pero quizás sus mejores novelas son El médico rural (1912), obra de carácter autobiográfico en la que se denuncia dramáticamente la miseria del campo extremeño y Jarrapellejos (1914), severo pronunciamiento anticaciquil, dura condena de las condiciones de vida en la «Extremadura trágica» de los principios del siglo XX. Dos obras suyas, Socialismo individualista (1904) y El amor en la vida y en los libros (1907) ayudan a comprender su compleja personalidad matizada por la ideología socialista y sus afanes de pedagogía moral, especialmente en el campo de la educación sexual. Alma en los labios (1905), que ahora rescatamos, no es su mejor novela, pero sí resulta muy representativa del mundo y las inquietudes de nuestro autor. Novela valiente, de planteamiento sin duda escandaloso para los aires morales de su tiempo, puede considerarse un alegato apasionado y lúcido de la libertad sexual, a la que aspiran sus protagonistas.