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En pleno corazón de la península ibérica, en el «cogollo de España» como diría Ortega y Gasset, la ciudad de Cuenca, extraordinaria en belleza inédita, abre su puerta al visitante para ofrecerle el temblor del agua, la eterna catedral de la piedra y esa singularidad en su presencia que, suspendida hacia el abismo del arte, fl uye entre la musicalidad y perfecta sintonía de un paisaje que duerme entre ese prodigio singular de la luz, mientras los ángeles la cobijan bajo el contenido místico de su heráldica. No hay otra ciudad en la Meseta castellana que ofrezca al viajero tanto gozo patrimonial, solera de un tiempo en el que la Historia jugó páginas ilustres y donde, ahora, sus rincones albergan la leyenda y el encanto. Ni tampoco hay ciudad que reúna tanta riqueza monumnetal mirando al cielo pétreos y miradores colgados. Casas que cuelgan y puentes que abren los corazones del sentimiento. Por eso, Cuenca es roca y caserío; color y luz; música y arte; ciudad de museos y ciudad de artistas; ciudad del barro y coina selecta, popular y de autor. No olvidéis visitarla, hacerla vuestra, creer en sus encantos, revivir paisajes de una historia de España que rompió el silencio de siglos con un resplandor de claridad, gozosamente intacta y recién descubierta para el mundo por su Patrimonio Universal.